sábado, 6 de diciembre de 2008

Importancia del Estudio de la Psicología

Basado en un importante estudio del psicólogo suizo CARL JUNG

El psicólogo suizo Carl Jung, se sorprendía de lo fácil que era para las personas comunes descalificar la opinión de un psicólogo, esta descalificación, observaba, no se extendía a otras profesiones, como muy bien saben los químicos y astrónomos cuyas aseveraciones son recibidas, invariablemente, con respeto y consideración. Este estado de cosas se debe, por una parte, a que el ciudadano común pareciese tener la firme convicción de que, dado que el mismo posee una vida mental, es fácil obtener un conocimiento total de los fenómenos psicológicos sin necesidad de realizar ningún estudio previo.

Tal razonamiento no deja de resultar curioso, pues nunca se ha sabido de alguien que contradiga la exposición de un cardiólogo basado meramente en el buen funcionamiento de su corazón. Por otro lado, existe entre el público, una concepción errónea de la psicología y de lo que el psicólogo hace. En una ocasión invité a salir a una compañera de la universidad que vivía a unas cuadras de mi casa. Llegué a su departamento unos minutos antes de la hora, mientras la esperaba en la sala, su madre me confesó, no sin añoranza, "yo pude ser muy buena psicóloga, sé escuchar a las personas, soy la confidente de todas mis amigas". Ese comentario me preocupo por algunos días: no soy particularmente paciente escuchando a las demás personas, además, ¡ninguno de mis amigos me cuenta sus confidencias! Más, en realidad, para ser un buen psicólogo no es necesario ser agradable, se puede ser un gran psicólogo siendo un perfecto huraño, de hecho, algunos lo fueron. Otro expandido mito sobre los psicólogos propugna que la mera convivencia con ellos produce efectos benéficos entre las personas cercanas. Cuando mi tía me encargó a su hijo de seis años mientras ella iba el cine, me advirtió que a veces el chico se ponía agresivo, y a continuación, luego de reflexionar un instante, agregó: "pero tu no tendrás problemas, porque eres psicólogo". De esto se puede concluir que los psicólogos irradiamos una especie de "flogisto mágico" que mejora a la gente, o al menos, atenúa de manera significativa sus impulsos agresivos. Me gustaría que esto fuese cierto, más en honor a la verdad, no lo es. El psicólogo sólo logra un impacto en la vida de otra persona si, y solo sí, la otra persona consiente en aceptar la opinión del psicólogo como valiosa. Sólo si se establece el témenos, —el respetuoso espacio de la consulta clínica— entre el psicólogo y el paciente, se aspirará a lograr una experiencia más profunda y gozosa de la vida.
Un tercer mito está representado por la hipnosis. La idea de que la gente que es hipnotizada queda inerme y a disposición del hipnotizador ha sido popularizada por Hollywood pero no posee ninguna base científica. La hipnosis no es más que un estado alterado de conciencia a través del cual el psicólogo intenta derribar las barreras inhibitorias del paciente con el objetivo de alcanzar un grado más profundo de comunicación y entendimiento. Quizás el término estado alterado de conciencia le impresione pero no es más que eso, un término. Si usted respira diez veces seguidas profundamente entrará a un estado alterado de conciencia debido a la hiperoxigenación de la sangre. De hecho, todos los días, todas las personas entramos en un estado hipnótico: a diferencia del desmayo, dormir implica pasar por una serie de niveles. A usted seguramente le ha ocurrido el fenómeno de patear el aire cuando se está quedando dormido, y en esos casos no sabría decir con precisión si estaba medio despierto o ya soñando. Este estado es el que se busca con la hipnosis, pero sea como fuere nadie puede decirle bajo hipnosis al despertar sentirá unos deseos irrefrenables de firmar un cheque a mi nombre, eso sólo es parte de la mitología. Sea como fuese, estos hechos ejemplifican con claridad como es concebido el psicólogo por las personas profanas. Debido a ello, y antes de continuar, debemos hacer una distinción clara entre un psiquiatra, un psicoanalista y un psicólogo. Psicólogo y psicología se escriben con p, la Real Academia pretende imponernos sus incapacidades fonéticas con su miserable sicología. Psicología, con p, conlleva la connotación milenaria y griega de la psique, con todo lo sano que esta aproximación a la mente implica. En la universidad, expongo a mis alumnos las razones por las que no se debe escribir sicología, y aunque no los obligo, la mayoría conviene en ello. Un psiquitra es un médico especializado en el sistema nervioso. Al igual que el proctólogo o el anestesiólogo, el psiquiatra debió ser primero médico general para posteriormente especializarse en el cerebro y sus enfermedades. El psiquíatra como médico que es, y a diferencia del psicólogo, está facultado para recetar medicinas controladas. Kraëpelin y Bleuler, fueron dos grandes psiquiatras alemanes del siglo XIX. Un psicoanalista, por otra parte, es una clase de terapeuta clínico (del griego clínos, "estar cerca de la cama [del paciente]") que supone que el origen de la psicopatología está en la dañina actividad de un constructo teórico qué el llama inconsciente (y no subconsciente como se escucha con frecuencia). Finalmente, un psicólogo es, al igual que un físico cuántico o un biólogo genético, un científico, sólo que el psicólogo estudia la psique o mente.
También hay psicólogos clínicos que no son psicoanalistas, e intentan reducir la angustia y la depresión por medios científicos, como la fototerapia y la exposición controlada a estímulos. La psiquiatria y la psicología son ciencias, mientras que el psicoanálisis es una disciplina clínica que intenta disminuir la angustia de un paciente a través de la sensibilidad y la inteligencia. Parte de la confusión que existe entre estas tres profesiones se deriva del hecho que Freud era un psiquiatra que desarrollo el psicoanálisis en nombre de la psicología. Me parece que nadie he hecho un estudio al respecto, pero soy de la opinión que la Facultad de Psicología se ahorraría muchos dolores de cabeza y dinero (y tendría mayores tasas de titulación) si explicitára con decisión esta distinción entre psicología y psicoanálisis en los folletos que se reparten en las ferias de orientación vocacional del bachillerato. En efecto, el perfil humano que ingresa a la facultad de psicología, aunque excelente para otras ramas, dista de ser el más propicio para la materia. Los estudiantes poseen, en su mayoría, hondos lazos con las humanidades, y por supuesto, al pensar en la psicología, piensan en Freud y en los esotéricos y bien escritos textos del psiquiatra vienés. La fuerza que Freud irradia entre los jóvenes actuales, es de la misma magnitud que la que irradiaba Marx a la generación del 68. Alguna vez escuche a un profesor de botánica de una preparatoria quejarse de que sus aulas aparecían semidesiertas, pues como materia optativa, debía competir en el mismo semestre con las asignaturas de Leyendas Antiguas y Psicoanálisis. Desde el primer día de clases, y con un volumen de la Interpretación de los sueños bajo el brazo, los recién llegados alumnos se muestran impacientes por sumergirse en las glamorosas profundidades del inconsciente. En lugar de ello, y sin que medie ningúna explicación, se les enseña a pesar a una rata, lógica simbólica, psicometría y algunos diseños de experimentación A->B->A. No es de sorprender que luego del tercer semestre comience a surgir la decepción y se observe una marcada deserción de estudiantes. La mayoría en busca de disciplinas más afines a sus gustos literarios o artísticos. Pero no únicamente es el perfil humano el responsable de que la psicología este sumergida en una «crisis de identidad», la verdad es que está desgastante confusión es consecuencia y no causa de las problemas. También el desaseo pedagógico que abunda en todas las universidades es resultado de una dificultad epistemológica fundamental. Para cualquier persona que posea una mente aficionada a la lógica, las clases impartidas en la facultad son desconcertantes. Los profesores se contradicen abiertamente unos a otros en interminables monólogos. Para uno, el psicoanálisis es un credo que reveló, de manera definitiva, las líneas generales de la psíque humana. Por lo general, los psicoanalista son hábiles, cultos y convincentes expositores y al igual que los marxistas de los 60, consiguen reflejar una inamovible y apasionada convicción. Debido a esto logran un buen número de fieles adeptos entre el alumnado. (Por alguna razón, las mujeres se siente particularmente atraidas por el análisis junguiano). Sin embargo, este profesor se ve criticado por el siguiente, un conductista que prohibe que en clase se aluda a términos como psíque, alma o mente. Ambas posiciones, a su vez, son revisadas bajo la luz de la maestra piagetiana de las once, la cual es finamente desechada a favor de las ideas cognitivas conductuales del último profesor del día. Dado que son personas civilizadas, los profesores se cuidan mucho de hacer una descalificación frontal y grosera de un colega, en lugar de ello, aluden vagamente a ciertos argumentos y errores, los cuales, en su opinión, demeritan las creencias de posiciones antagónicas. Luego de años de sufrir está dinámica pedagógica, el resultado son licenciados titulados que balbucean principios aislados de psicología y que han construido un psicologó personal tomado de aquí y de allá (sin ningún orden no concierto) lo que más les acomodó de su paso por la facultad. Un viejo maestro nos decía, con cierta amargura, que estudiar psicología era como ir a un McDonald's, pues cada quien armaba su combo como le venía en gana. Pero ¿cómo es esto posible dentro de una ciencia?, en este sentido la psicología no se parece al resto de las disciplinas; no existen varias ciencas «físicas» ni varias «químicas», los principios celulares y las reglas de codificación del ADN aplican en todos los laboratorios del mundo. Los astrónomos de Nueva Zelanda no discrepan de sus colegas holandeses con respecto a la velocidad o el tamaño de Venus. ¿Entonces porqué hay tantas psicologías? La respuesta parcial a esta pregunta es de tipo geo-político, en efecto, el análisis experimental de la conducta (AEC), fue una corriente psicológica que dominó las investigaciones a lo largo del siglo XX no por su coherencia teórica ni su poder explicativo, sino por el apoyo que recibió del gobierno de los EU. De hecho, ya para 1955 los principales filósofos habían dejado en claro que el AEC era un callejón sin salida. En su famoso libro Human's knowledge: scope and limitations Bertrand Russell escribió: Estoy de acuerdo que estudiando la conducta podemos aprender cosas importantes y útiles, pero suponer que la psicología estudia la conducta es palmariamente absurdo.

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